martes, 21 de junio de 2011

Personajes: El gordo 2

   Luego de varios días en otro colegio de la zona volvía al territorio de “el gordo”.
Estaba yo hablando con un compañero cuando aparece él.
–Y… ¿viste cómo se arreglan las cosas? 
–Si, vi que cambiaste un par de cosas en el baño –le digo. Pero el gordo quería discutir:
–Claro, así se hacen las cosas, no como hacés vos que arreglás todo así nomás.
Evidentemente estaba caliente porque había tenido que trabajar durante mi ausencia y buscaba desquitarse. Así que siendo consciente de esto empecé a defenderme.
–La reparación que hice yo duró varios meses, era sólo una gotera y no gasté más que un poquito de poxilina –le dije tratando de que no se notara mi enojo.
–¡Ahh noo! Tenés que arreglar las cosas para que duren. Y si no hacés bien las cosas las tengo que hacer yo.
Esto es lo que le hubiera contestado si quisiera armar quilombo: ¿¿y para qué carajo estás vos gordo pelotudo, para tomar café??
En cambio, le dije lo siguiente:
–Ah, bueno pero vos también sos de mantenimiento no?
Al gordo ya no le convenía escuchar y razonar y por lo tanto seguía con lo mismo.
–En el otro colegio cómo hacen, seguro tiene que hacer todo tu compañero.
–Si, tenés razón, hace todo mi compañero y yo me rasco.
No se si se habrá sentido satisfecho, si se dio cuenta de que no me iba a sacar de las casillas o si se le enfriaba el café, pero allí terminó la discusión.

lunes, 25 de abril de 2011

Los chinos

   Hace unos meses andaba por la calle, molesto por un dolor de cabeza. Entré a un kiosco para comprar aspirinas. Pero el kiosquero me dijo que no podían vender más y que sólo se conseguían en farmacias. Pregunté en otro kiosco y me dijeron lo mismo.
Empecé a hacer memoria y la farmacia mas cercana estaba a seis cuadras y yo tenía que entrar al trabajo en cuestión de minutos.
Pensé un poco. ¿En qué lugar se podría conseguir algo por fuera de las reglas?
No se ustedes pero yo pensé inmediatamente en los chinos. Y efectivamente fui al mini mercado chino mas cercano y conseguí lo que no se podía conseguir.
  
   Es un hecho intrascendente de la vida cotidiana, pero justamente por eso es importante. Se hizo cotidiano que a pocas cuadras de cualquier lugar haya un mercado chino. Y no casualmente en 2010 fueron los principales inversores en el país. No casualmente son considerados aliados estratégicos por el gobierno kirchnerista y tampoco es cuestión de suerte que tengan emprendimientos mineros, petrolíferos, o que pretendan "comprar" 320.000 hectáreas en Rio Negro. Otra cosa que no se puede explicar sin hablar de imperialismo, países oprimidos y países
opresores, es el acuerdo firmado con el gigante asiático para proveernos de material ferroviario por más de 9.000 millones de dólares cuando bien podría fabricarse en el país.
  
   En los 70´s La Nación calificaba de "borrachos de vodka" a unos pocos que denunciaban la penetración del imperialismo ruso en la argentina y su participación activa en el golpe del 76. El estado chino, utilizando el disfraz de "comunista" aunque se haya restaurado el capitalismo hace mas de tres décadas, continúa su avance en Argentina y América latina. Esperemos no tropezar dos veces con la misma piedra.

viernes, 25 de marzo de 2011

La primera vez

Una de las primeras veces que recuerdo haber sido consciente del individualismo fue luego de un  viaje a Mendoza. Fui con unos amigos y cometimos el error de sacar pasaje por la empresa más barata. Resultado: a mitad de camino se quedó el micro y estuvimos ocho horas varados en la ruta. Otro de los inconvenientes fue que no andaba la calefacción y durante la noche, con una temperatura que afuera estaría en los diez grados, se puso fea la cosa dentro del micro. Por el frío no pude dormir, y a la mayoría les ocurrió lo mismo. Por suerte yo tenía pantalón largo pero por ejemplo unos asientos más adelante había una chica que iba con una falda que imagino lo debe haber pasado peor que yo. Además había chicos y algunas personas mayores.
Ya durante el viaje de vuelta (con la misma empresa) el micro atravesaba el oeste argentino bajo una lluvia torrencial. Parecía que todo iba bien, pero luego de una hora comenzó a gotear dentro del micro, en el pasillo y arriba de algunos pasajeros. A mitad de la noche, el interior del micro parecia mas un tolderio que otra cosa. Y en el pasillo habia un charco que iba y venía según el chofer apretaba el freno o el acelerador. Esa noche tambien tuve suerte ya que no me molestó ninguna gotera y llegué relativamente seco.

Después del viaje estuve reflexionando y me di cuenta de que en ambas situaciones me preocupé solamente por mi comodidad y bienestar, cuando bien podría haber hecho algo, o al menos pensado en ayudar a los que estaban peor que yo.

Años mas tarde fui de campamento con varios compañeros de la facultad. Una de las noches se largó una tormenta de aquellas y a las tres de la mañana nos despertamos y nos dimos cuenta de que nuestra carpa estaba casi flotando en uno de los tantos charcos que se habían formado en la arena.
Una vez más zafé: en nuestra carpa no entró el agua y sólo tuvimos que correr la carpa a un lugar más alto. Pero otros compañeros no tuvieron la misma suerte y se inundaron.
En esos momentos afloró mi egoísmo y por un momento no quería saber nada de compartir la carpa con mas gente. Fue ahí cuando recordé lo de Mendoza y al final pude irme a dormir mojado, amontonado y cansado pero con la conciencia tranquila.

Decía el Che Guevara que las leyes del capitalismo actúan sobre la gente sin que se de cuenta. Se muestra el ejemplo del empresario multimillonario que surgió de abajo y a base de esfuerzo y sacrificio llegó a "triunfar" en la sociedad. Ese camino que muestran, por el que supuestamente se llega a la meta es solitario y es "una carrera de lobos" ya que sólo se puede llegar sobre el fracaso de otros.
Tenemos que pensar si queremos ir por ese camino, si vale la pena vivir en una sociedad donde unos pocos tengan más de lo que podrían necesitar en diez vidas y la mayoria nos saquemos los ojos por sobrevivir. Y hay que luchar todos los dias para que no nos gane el egoísmo y para ser cada día más solidarios.

domingo, 13 de marzo de 2011

Salto al tren

Era una fresca noche de verano. Las nubes en el cielo presagiaban otra de las típicas tormentas de la época. Me bajé del tren en la estación de mi barrio y me dirigí hacia el final del andén sumido en mis pensamientos.
El tren había arrancado y aceleraba lentamente. De repente algo llamó mi atención y me hizo levantar la vista: veinte o treinta metros más adelante vi una figura regordeta, de cabellos rubios y nada atlética, que corría (al menos esa era su intención) con el objetivo de alcanzar y subir al tren. Cabe aclarar que el Belgrano norte es de los trenes viejos, donde el piso del tren está un metro por arriba del andén y tiene dos escalones que hay que subir antes de acceder al interior.
Como gente experimentada en esto de viajar en tren, todos los que vimos la escena supimos de inmediato que se trataba de una empresa imposible, digna de los legendarios kamikaze de la armada imperial del Japón.
Por si fuera poco, la mujer de unos cincuenta años llevaba unos zapatos con taco que aumentaban el grado de dificultad de la acrobacia que planeaba, y encima llevaba una cartera no muy grande pero que le mantenía ocupado un brazo.
Cualquier agencia de apuestas hubiera pagado no menos de cien a uno a quien se animara a apostar por la señora.
Pero la mujer era ajena a todo sentido común y siguió su carrera hasta que con gran esfuerzo logró alcanzar el último vagón a la altura de los estribos. Era ahora o nunca ya que tan sólo un par de segundos más tarde el tren le hubiera ganado en velocidad. Pareció que el tiempo se detuvo y todos rezábamos para que desistiera de dar el salto. Pero ella no lo dudó, dió un saltito hacia los escalones a la vez que se agarraba del pasamanos como podía. Como era de esperarse no tuvo la suficiente fuerza ni el equilibrio para quedar de pie y subir. Resbaló y quedó acostada en el último peldaño de las escaleras a punto de caer abajo del tren, atada a la vida únicamente por uno de sus brazos. Fueron tres segundos que parecieron eternos y estuvimos al borde de presenciar una tragedia espantosa. Por suerte, por dios, o lo que sea, la vieja se sostuvo hasta que la ayudaron a subir.
Ya más tranquilo y luego de lanzar varios insultos al aire destinados a la señora por hacerme vivir esa situación, seguí mi camino tratando de entender por qué razón habría sido tan importante para ella tomar ese tren.

Como dijo Mao Tse Tung: nada es imposible, sólo basta con atreverse a escalar las alturas. Tal vez la vieja conocía esa frase, la interpretó literalmente y quiso escalar el tren, o tal vez no. Lo que es seguro es que se tenía una fe admirable aunque muy peligrosa.

domingo, 27 de febrero de 2011

Acá el que no corre vuela

   Un domingo me encontré con unos amigos en un bar de la zona de once, en plena ciudad de buenos aires. La flaca llegó antes y mientras esperaba se tomó un café con medias lunas. Los demás llegamos un rato más tarde y cada uno pidió lo suyo. Ella tenía que hacer una llamada y se fue antes. Nosotros nos quedamos charlando un rato y luego pedimos la cuenta.
–Son cuarenta y cinco pesos.
–¿Cuánto sale el café?
–El café sale siete pesos, despues son diez de esto, diez de lo otro… y la chica me debía catorce.
–Ah… bueno –dice uno con cara de que los números no cierran–, y le paga luego de recolectar la plata.
–La hizo bien –digo yo riéndome–. La flaca nos dejó pagando, literalmente.
Salimos y a las pocas cuadras nos reencontramos con la flaca.
       –¿Qué bien eh, a vos te parece?
La flaca no entendía nada:
      –¿Qué? ¿De qué están hablando?
      –Te olvidaste de pagar el café flaca, no te hagas.
      –¡Como! ¡Si yo pagué apenas me lo trajo! ¡Es lo que hago siempre!
Antes de que podamos decir nada más, salió casi corriendo. No quiero imaginar lo que le habrá dicho. La flaca es muy calentona y mal hablada como pocas.
Al ratito volvió con la plata y una sonrisa siniestra dibujada en la cara.

Moraleja: si vas a tomar un café que no te tomen de boludo.

lunes, 21 de febrero de 2011

Personajes: El gordo

   En mi trabajo en un colegio como empleado de mantenimiento conoci algunos personajes. Uno de ellos es un auxiliar conocido por todos como “el gordo”.  Está hace varios años en la institución y realiza además de la limpieza, tareas de mantenimiento.
El gordo tiene cuarenta y pico, pelo corto y ojos saltones. Usa la barba de una semana. Se jacta de tener once hijos y de ser muy eficaz en ese área.
Mantiene una pelea constante con sus pares de la mañana por ver quién trabaja menos y no es raro escucharlo despotricando contra sus compañeros del otro turno.
Lo conoci hace menos de un año, yo era nuevo y tenia que aprender mas o menos el trabajo que me correspondía. Una de las primeras cosas que me enseñó fue que tenía que estar más tranquilo, ya que mi inexperiencia me hacía buscar cosas para hacer casi todo el tiempo. Según él, yo estaba “muy nervioso”.
Cierto dia le hablé de lavar o pintar las paredes del baño, ya que estaban atestadas con las expresiones artísticas de los pibes y su respuesta fue que no era necesario porque “lo iban a volver a ensuciar”.
Asi es el gordo, tranquilo, charleta, tomador entusiasta de cafés y mates y hablador por celular. Le gusta pararse en la puerta a observar vaya uno a saber qué.

Ah si, en el tiempo que le queda trabaja.

jueves, 17 de febrero de 2011

Miradas de chico

   No tendrías mas de cuatro años cuando te vi. Ibas con tu mamá en el colectivo por alguna callecita de barracas. Ya tenían que bajar asi que te paraste junto a ella y tocó timbre.
Todo me parecía normal pero antes de bajar miraste a los demás pasajeros y sólo dijiste: "chau".
Sin embargo tu carita rebozante de alegria dijo mucho mas que eso, y me llenaste de ternura.
Te vi en la vereda mientras arrancaba el colectivo y vi que mirabas todo a tu alrededor con una felicidad y una ingenuidad emocionante, como si estuvieras descubriendo un mundo maravilloso. Y por un instante pude compartir tu alegría, pude sentir una fe ilimitada en la vida y una esperanza a prueba de todo.
Luego recordé a todos aquellos chicos que ya a tan tierna edad son golpeados por la vida y por los vivos y mi tristeza se hizo tan grande que no cabía ya en mi cuerpo y salió escondida en una lágrima.
Y me convencí de que llorando o no, tristes o contentos, con lluvia, con sol o como sea, hay que cambiar el mundo, para que los chicos puedan seguir siendo chicos.