domingo, 13 de marzo de 2011

Salto al tren

Era una fresca noche de verano. Las nubes en el cielo presagiaban otra de las típicas tormentas de la época. Me bajé del tren en la estación de mi barrio y me dirigí hacia el final del andén sumido en mis pensamientos.
El tren había arrancado y aceleraba lentamente. De repente algo llamó mi atención y me hizo levantar la vista: veinte o treinta metros más adelante vi una figura regordeta, de cabellos rubios y nada atlética, que corría (al menos esa era su intención) con el objetivo de alcanzar y subir al tren. Cabe aclarar que el Belgrano norte es de los trenes viejos, donde el piso del tren está un metro por arriba del andén y tiene dos escalones que hay que subir antes de acceder al interior.
Como gente experimentada en esto de viajar en tren, todos los que vimos la escena supimos de inmediato que se trataba de una empresa imposible, digna de los legendarios kamikaze de la armada imperial del Japón.
Por si fuera poco, la mujer de unos cincuenta años llevaba unos zapatos con taco que aumentaban el grado de dificultad de la acrobacia que planeaba, y encima llevaba una cartera no muy grande pero que le mantenía ocupado un brazo.
Cualquier agencia de apuestas hubiera pagado no menos de cien a uno a quien se animara a apostar por la señora.
Pero la mujer era ajena a todo sentido común y siguió su carrera hasta que con gran esfuerzo logró alcanzar el último vagón a la altura de los estribos. Era ahora o nunca ya que tan sólo un par de segundos más tarde el tren le hubiera ganado en velocidad. Pareció que el tiempo se detuvo y todos rezábamos para que desistiera de dar el salto. Pero ella no lo dudó, dió un saltito hacia los escalones a la vez que se agarraba del pasamanos como podía. Como era de esperarse no tuvo la suficiente fuerza ni el equilibrio para quedar de pie y subir. Resbaló y quedó acostada en el último peldaño de las escaleras a punto de caer abajo del tren, atada a la vida únicamente por uno de sus brazos. Fueron tres segundos que parecieron eternos y estuvimos al borde de presenciar una tragedia espantosa. Por suerte, por dios, o lo que sea, la vieja se sostuvo hasta que la ayudaron a subir.
Ya más tranquilo y luego de lanzar varios insultos al aire destinados a la señora por hacerme vivir esa situación, seguí mi camino tratando de entender por qué razón habría sido tan importante para ella tomar ese tren.

Como dijo Mao Tse Tung: nada es imposible, sólo basta con atreverse a escalar las alturas. Tal vez la vieja conocía esa frase, la interpretó literalmente y quiso escalar el tren, o tal vez no. Lo que es seguro es que se tenía una fe admirable aunque muy peligrosa.

4 comentarios:

Romy dijo...

Atrevida!
Me pregunto si esta historia es verdad... porque yo tmb. me preguntaría al igual que vos que es lo que tendría de importante como vida o muerte el subirse a ese tren...
Muy buen relato Phillippe! ;)

Phillippe dijo...

Sisi, está basada en hechos reales. Y no es la primera persona que corre el tren, pero en general suelen ser pibes jovenes o adultos pero que por lo menos están en buenas condiciones fisicas.

Ire dijo...

El mejor hasta ahora, muy bueno, fe!! Te quiero

Anónimo dijo...

Que hijo de puta, hasta la vi a la gorda tirada, toda hecha mierda por el tren! jajajaja